2022. Tres familias ucranianas huyeron de su ciudad tras nueve días de bombardeo y llegaron a la Región
Aliona, Leonid, Svetlana y Vika están de celebración. Aunque son de familias distintas, cualquiera lo diría: se conocen desde hace tiempo y se han juntado con motivo del 16º cumpleaños de Nikita. La música se mezcla con los gritos de entusiasmo de los niños, cuya única preocupación es abrir los regalos y abrazarse a sus padres.
De repente, se escuchan explosiones. Explosiones tan fuertes como el agarrón que uno de ellos realiza sobre la camisa de su madre. Los pequeños agachan la cabeza instintivamente. Ese ruido no es el de un globo estallando, sino el de una guerra. Ya no hay más música.
Las tres familias de ucranianos residen en Chernígov, una ciudad histórica enclavada en el norte de Ucrania. Todas acuden desesperadas a uno de los búnkeres habilitados para protegerse del bombardeo al que la superficie está siendo sometida. Así transcurre un día, y dos, y tres… Hasta nueve. La situación en el exterior no promete ninguna mejora, pero el porvenir de los quince miembros no es mucho más halagüeño en aquel oscuro sótano.
Armados con la valentía en una mano y la desesperación en otra, salen al exterior a plantarle cara a la lluvia de proyectiles que les sobrevuela continuamente. Marchan en tres coches y con un equipaje improvisado: cada familia apenas llena una maleta. Se aferran al resquicio de un futuro mejor. Como tantos otros que pasaron a engrosar la cifra de muertos. Sin embargo, y contra todo pronóstico, la suerte se alió con estas tres familias. O mejor dicho: con doce de sus quince miembros. Los tres hombres en edad de combatir –en Ucrania están obligados a permanecer en territorio nacional todos los varones de entre 18 y 60 años– tuvieron que quedarse.
Finalmente, el destino los condujo a Fuente Álamo. Fue en esta localidad del Campo de Cartagena donde la generosidad de José Atanasio, dueño de la empresa de frutas y verduras El Monarca, les dio la más calurosa de las bienvenidas. Atanasio había puesto a disposición del Ayuntamiento una enorme casa de campo con el fin de que fuera aprovechada por refugiados ucranianos que huyeran de la guerra.
Vivienda con todo lujo
Se trata de una vivienda con todo tipo de lujo y comodidades. Los que la han podido contemplar aseguran que el estuco veneciano decora sus paredes, disfruta de aire acondicionado y una puerta automática para el garaje, entre otros detalles. Una casa, según detallan dichas fuentes, que el empresario «tenía perfectamente preparada para vivir» y que, en ningún caso, responde al aspecto descuidado de una segunda residencia. Además, el «gigantesco» frigorífico se encontraba rebosante de comida.
Se trata de una nueva vida con muchas facilidades, pero con una dificultad intangible e imposible de superar: las tres familias están incompletas, pues carecen de los padres de las criaturas. Cualquiera que observa una foto del momento de la celebración del cumpleaños y una de la actualidad se percata de que, si existiera una unidad de medida para el terror, sus rostros habrían superado cualquier registro.
Ahora tratan de adaptarse a su nueva vida, lejos de las bombas, pero también de sus seres queridos. Se hallan en trámites para regularizar su situación y se muestran dispuestos a encontrar un trabajo con el que devolver el gesto que han tenido con ellos y, por qué no, también ocupar sus cabezas. Las mujeres y los hijos de los tres varones que tuvieron que permanecer en Ucrania «están deseando reencontrarse con ellos». Deseando celebrar un cumple. Celebrar la vida.
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